Música

martes, 28 de abril de 2009

La recomendación del chef


-La recomendación del chef son alitas de pollo. Puede fiarse de su criterio o, de lo contrario fiarse del mío.-
-¿Y el suyo es…?-
El camarero miró hacia los lados y después inclinó la cabeza.
- Váyase de aquí. No tome nada. Las alitas están secas y las bebidas calientes. No se lo piense y acérquese al restaurante de enfrente. Ese si que tiene calidad y no basura como la que ofrecemos nosotros.-
- Ehh mire, ni su criterio ni el del cocinero. Póngame un sándwich mixto y una cerveza. Tengo prisa y necesito comer cuanto antes.-
Entonces el camarero cargó su puño y se propinó un golpe en la nariz.
- ¡Hijo de puta! Estoy sangrando…-
- ¡Yo, yo no he hecho nada! ¡Se pegó él solo!-
Entonces, cuando vi que la gente salía de la cocina, dispuesta a defender a su compañero de trabajo, decidí huir de aquel lugar.

En la calle había un puesto de perritos calientes (algo muy inusual en esta ciudad, se lo aseguro) y el hombre que los vendía sangraba por la nariz, al igual que lo hacía el camarero que se autolesionó.
Estaba a dos calles del lugar del suceso o eso creía. Al mirar el escaparate de un restaurante, caí en la cuenta de que era exactamente igual que el de la huída.

Perdonen que haya omitido esto antes pero, tenía que entregar mi proyecto de fin de carrera y ese era el motivo de las prisas. Ese era el motivo por el que no me importaba tomarme un sándwich reseco y una caña mal tirada. Lo peor de todo es que, al tener que salir corriendo de aquel lugar, olvidé dentro la carpeta con todo mi trabajo.
Tras una larga carrera, misteriosamente había vuelto al escenario del “crimen”. Había dado la vuelta a la manzana y de nuevo estaba allí, pero ahora, el vendedor de perritos calientes (que ya no sangraba) me hizo un gesto con la mirada como para que volviese a entrar a aquel local.
Entré en el local, claro está. Sino, que mierda de historia os estaría contando… Bueno, en realidad no entre. Entre en el de enfrente, ese que me recomendó el camarero loco. Acto seguido, os expondré el dialogo que mantuve dentro, en un presente de indicativo de lo más riguroso:

- Perdone, necesito ayuda-
- ¿Y en que podemos ayudarle? Antes de nada, le recomiendo que pruebe nuestras pechugas de pollo, están deliciosas-
-¿Qué pasa, que en esta calle solo ofertan pollo como plato especial?-
-No señor, tenemos de todo pero, nuestro competidor más directo, es decir, el bar de enfrente, hace unas alitas excelentes y, pensamos que la mejor manera de hacerles competencia sería ofertando un producto que proceda del mismo animal-
- Mire, precisamente, fue un camarero de su competencia el que me recomendó que viniese aquí pero, como dije que no, decidió pegarse un puñetazo para inculparme a mi de aquello. No entiendo nada y, lo peor de todo es que necesito volver a entrar allí para recoger unas cosas que olvidé en mi mesa. ¿Cree que correría peligro?-
-Tome, su cartera.-
- Pero, si estaba en el otro bar-

Cogí la cartera y no pregunté más. Salí de allí sin darle la espalda al camarero que, en aquel mismo instante empezó a sangrar por la nariz.

El marco era perfecto para dar cabida a una película de terror o un thriller psicológico pero, tras volver a mirar la cara del hombre que vendía perritos calientes en la calle, me di cuenta que en ninguno de los dos locales había gente. Tampoco la gente compraba comida rápida en el puesto de aquel tipo. Las calles estaban vacías.
Entonces, llegué a la conclusión de que, al no haber dejado nada de dinero en ninguno de aquellos establecimientos, estaba ayudando a que ninguno de ellos saliera adelante, a que ninguno de ellos emergiera de la gran crisis económica en la que, sin quererlo se habían visto sumergidos. Estaba ayudando, en resumidas cuentas, al estancamiento de las pequeñas empresas y yo, que no había sufrido para nada esa recesión económica, no podía entender que al sangrar la nariz de uno de ellos, sin quererlo, sangrara la de todos.
Por eso, amigos míos, es el momento de salir a la calle y gastar. Gasten!!

(Relato subvencionado por el Ministerio de Economía, o no)