Música

miércoles, 27 de mayo de 2009

La Rusa



Nunca supe pedir “un café por favor” en ruso, ni tampoco supe sonreír a los niños por la calle pero, de lo que siempre fui capaz, fue de regresar cada noche hasta casa.
Cuando el reloj marcaba las 23:00 h, mis pies accionaban un piloto automático que me hacía coger la dirección correcta hasta el piso que nos vio dormir juntos tantas noches.
Al llegar allí, tú solías estar viendo estar viendo la tele y yo, me acercaba y te abrazaba mientras besaba tus labios en señal de total complicidad.
En menos de cinco minutos, el programa que lo era todo hasta las 23:00 h, se convertía en la banda sonora de una danza cardiaca en la que, hasta el más puritano hubiera disfrutado con la imagen. Había pantalones en el suelo, móviles sonando, miradas de “estoy muy caliente”, arañazos, movimientos pecaminosos y gemidos.
Cuando todo terminaba, tú te ponías mi camisa sin nada debajo porque decías (en un mal castellano) que eso lo hacían en las películas. Yo sonreía y fumaba mientras te observaba.

Ahora que ya no estarás más en mi casa, que ya no vestirás más mis camisas grandes a veces, que ya no se oirán gemidos y la tele de fondo, me pregunto porque no habré aprendido a pedir “un café, por favor” en ruso, ni habré intentado sonreír a los niños por la calle.

Ahora, mientras mi cartera cae desde la mano al suelo y mis ojos se abren tanto más de lo que pensaba que podían, me pregunto porqué no lo hice.

Ahora, mientras usas nuestro sofá para gemir con otro, me pregunto porque no nos acostumbramos a hacerlo en la cama y así no te abría pillado “in fraganti” en el salón.

Ahora ya no necesito saber ruso ni sonreír a los mocosos para darte ese gusto, porque ya no abrazo tu cuerpo ni miro tus ojos. Solo me queda respirar hondo y montarte un número delante de tu amigo, ese que ahora te prestará sus camisas como en las pelis.

Ahora comienza el desenlace y con él, el fin de nuestra historia:

- ¡SERÁS PUTA!

- Puedo explicártelo…


Son las 22:45 h. Hoy llegué más pronto.