Música

martes, 11 de agosto de 2009

La tele de plasma


Ejem.- Remigio despierta cada mañana a su perro con un masaje en el lomo. No son caricias las que hacen que Rayo despierte al vecindario con un ladrido, son masajes de verdad. Remigio era fisioterapeuta y cree que la salud de su perro, se mantendrá indemne con unos precisos y diarios golpes de mano.
Después de la sesión de fricciones, toca baño. Cuando comienza el día y los músculos del cánido están preparados para afrontar una nueva jornada, Remigio, que es un fanático de la higiene, frota el pelaje de Rayo a base de esponja y jabón (dermatológicamente probado), culminando el proceso con varios remojos en agua fría y caliente ya que, como muy bien sabe Remigio, ayudan a la circulación.
No son precisamente maratones lo que Rayo practica cuando sale de paseo. Este, tras ingerir un opulento desayuno a base de tortitas y zumo de arándanos, exhibe su masajeado y limpio cuerpo de perro por la calle principal del pueblo.
Su amo, orgulloso del aspecto de la mascota, eleva el mentón en señal de superioridad, guiando al chucho en un desfile majestuoso a través de paisanos atónitos, tractores y animales de clase inferior, o por lo menos, peor cuidados.
La perfección a la que parecen acercarse estos dos seres, disienta mucho de la realidad de sus vidas. Una fachada limpia es lo único que pueden exponer ante los ojos de sus convecinos. El pasado no perdona y las fechorías cometidas por el dúo metrosexual humano-perro no son olvidadas por los parroquianos de San Celemín.
-Vale, me gusta.
- Pero… ¡si no he acabado de leerle mi resumen!
- Ya, bueno, pero hay personajes extravagantes, algo de intriga… esta bien. Creo que será un gran éxito en taquilla.
El guionista afortunado no comprendía la filosofía de Hollywood. Sus guiones carecían de argumento y aún así, conseguían ser llevados a la gran pantalla.
Harto de no sentirse satisfecho con sus propuestas (por mucho dinero que le produjesen), había comenzado a beber y a coquetear con las drogas. Su mujer no lo comprendía. “Mucho trabajo y éxito pero, mis obras están vacías, ¿sabe? No soy el Capote que soñaba ser. “
No esperaría a que le ingresaran el dinero que había ganado con su basura literaria. Pisó fuerte el acelerador de su deportivo y enfiló la carretera dispuesto a desintegrarse contra lo primero que se cruzara en su camino.
De repente, comenzó a sonar el móvil. Rápido y paradójicamente cauto, encendió el manos libres:
- ¿Si?-
-Le llamo por lo de la televisión de plasma de 57 pulgadas, HD, conexión a Internet incorporada, visión panorámica, etc. etc. que había encargado. La estamos llevando para su casa. -
-Emm… muchas gracias, voy para allá-

El guionista afortunado apagó el manos libres y aminoró su marcha. Pese a que nunca sería estudiado por los filólogos, elevaría el mentón en señal de superioridad y conduciría su coche en un majestuoso desfile por las calles de la ciudad.
Ahora solo tenía una imagen en su mente: la tele de plasma.