Música

lunes, 2 de marzo de 2009

Abulia o Domingo


Desmontemos una historia. Hoy he vivido.
Vivir, de una manera o de otra, eso no importa. Lo importante es que he vivido.

Esta es una buena forma de sacarle jugo a una jornada insustancial.
El hombre sentado ante el espejo, rezuma aburrimiento por los cuatro costados.
Es difícil sentirse protagonista de una vida que se resume en despertarse, alimentarse, trabajar y ver la televisión.
Analiza su existencia desde una óptica pesimista, que es la que lleva utilizando desde hace varios años.
Tal vez, el hecho de que sea domingo, le ayude a alimentar su pesadumbre con reflexiones de ese estilo. Es normal, a todos nos gusta autoflagelarnos llegado el momento de la autoflagelación.
Ayer salí de fiesta y hoy no me puedo ni mover. Veo el mundo como un sofá junto a una mesa vacía en la que se encuentra la razón de mi existencia.
Ahora que sabemos cuales son sus síntomas, podemos adivinar que la razón de su sinrazón se debe al llamado síndrome postfiesta, muy común en los días de domingo.
Qué hacer, ¿salgo a la calle? ¿leo un libro? ¿molesto a algún amigo con planes que no me interesan?
Comienza a rayar la lista de posibilidades, sin encontrar ninguna que llene el vacío en el que se encuentra.
Si lo peor de todo es que hace un buen día.
Quiere salir a la calle pero no se ve con fuerzas para decantarse por esa opción.
Llegados a este punto, lo mejor (que en verdad es lo peor) es quedarse tumbado en el sofá y esperar a que mañana sea otro día.

El hombre que pasea al perro, fija su mirada en el tercer balcón del cuarto piso de la calle XXXXXXX. Mientras siente los tirones de la correa de su cánido, piensa en la perfecta localización de aquel balcón. Cercano a todos los sitios. Al centro, al parque, buenas vistas, muy completo vamos.
Se pregunta quien vivirá allí.
El perro para y orina junto a un árbol. El reguero que deja en el alcorque es largo y amarillo.
Hace una tarde soleada. Se está bien en la calle. Si no fuera por el chucho, no hubiera salido a pasear mi resaca, pero mereció la pena.

El hombre sentado ante el espejo, sale al balcón a fumar un cigarro. Observa por un momento como un perro que acaba de mear tira de su dueño. Analiza la situación y le parece que tener perro es una buena forma de matar el tiempo.
Exhala el humo del tabaco y aplasta el pitillo contra el cenicero.


Aquí acaba una historia mundana, corriente y… de lo insustancial que parece, me falta un adjetivo para redondear la frase.
Juzguen ustedes mismos el poder de las circunstancias y, si llegados a un punto, “yo soy yo y mi circunstancia” ¿porque ansiamos tener las de los demás? o lo que es más correcto, ¿porque los domingos son tan fatales?

2 comentarios:

alvaro dijo...

otra situación más en la que se demuestra que el perro es el que mejor vive de todas las personas de una historia.

Golfoooo dijo...

mansalva